Historias

Una cuarentena para despertar

Una cuarentena para despertar

Mirada Social

27 marzo, 2020

Cuarentena, confinamiento y aislamiento. Tres palabras que en este 2020 van unidas de la mano. Más que candidatas a palabras del año, junto con ERTE y coronavirus. Sus significados, repetidos hasta la saciedad, nos han quedado claro. Sus significados como tal, pero no la evolución. Pues si etimológicamente, la palabra cuarentena comienza a plasmarse en textos medievales para hacer referencia a la peste bubónica y al aislamiento de barcos durante 40 días a su llegada a los puertos por ser sospechosos de portar la enfermedad. Actualmente, su deriva añade el concepto despertar. Abrir los ojos. Empatizar ante aquello donde no prevalecía la conciencia.

40 días son muchos. Los son ahora y lo eran en el Siglo XIV. El término ya no solo hace referencia a la exactitud del tiempo declarada en la palabra. Puede derivar en más o menos, según la situación. Sea la que sea, puede sobrellevarse. Pues, ahora más que nunca, la esperanza no se pierde. Y nuestra esperanza está ligada a volver a salir, sociabilizar y, en general, disfrutar de aquellas pequeñas cosas que ahora resultan un privilegio y antes no valorábamos debidamente. Pero, ¿qué sucedería si esta esperanza se perdiese y la cuarentena o el confinamiento fuese prolongado en el tiempo sin una fecha exacta?

En España, según cifra la Confederación de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE) más de 1,8 millones de personas con movilidad reducida (74%) precisan de ayuda para salir de sus casas y alrededor de 100.000 personas (un 4%), que no disponen de esta ayuda, no lo hace nunca. No lo hacen nunca, lo que quiere decir que viven en una cuarentena prolongada. A la que habría que añadirle, además, la soledad. Un factor que, según estudios sociológicos, establecen un porcentaje superior al 20% de personas con discapacidad – mayoritariamente con perfil de mujer y persona de edad avanzada – aisladas entre cuatro paredes por falta de apoyos para la autonomía personal.

De este modo, “tu lugar favorito de estar. Tú ámbito más exclusivo de relación personal y familiar se convierte en una prisión”, como afirmaba el Presidente del CERMI, Luis Cayo, en las jornadas ‘Vivienda y Accesibilidad’ celebradas en COCEMFE Badajoz. Y es que, como marca la legislación en España, cualquier elemento de accesibilidad que necesite un vecino con discapacidad o mayor de 70 años solamente será obligatorio si no supera el coste de 12 meses de las cuotas que se pagan como copropietario.

Otro tipo de virus, permanente, cuya visibilización carece de repercusión y, ante el cuál, pese a tener la vacuna en nuestras manos, hacemos caso omiso. Pues de acuerdo al informe de COCEMFE, la gran barrera del confinamiento está ligada a la falta de accesibilidad en el inmueble. A los escalones, curvas y ausencia de básculas para acomodar silla de ruedas, entre otras cosas. Aunque no es la única. También, del porcentaje que puede salir de casa, muchas veces optan por no cruzar la puerta y no enfrentarse a otras barreras suscitadoras de una cuarentena social.

  • Barreras comunicativas: Ligadas al uso de frases largas y de difícil compresión, letras pequeñas, inexistencia del braille o comunicaciones orales sin interpretación manual.
  • Barreras programáticas: Limitadoras en a atención con falta de equipos accesibles, nula comunicación y escaso conocimiento en relación a las discapacidades.
  • Barreras de transportes: Interfieren con la independencia y fomentan el aislamiento.
  • Barreras de actitud: Estereotipos, prejuicios y discriminación.

Todas y cada una de ellas, motivos que dirigen al mismo camino: la cuarentena, el aislamiento o el confinamiento. Después de dos semanas, nos hacemos una mínima idea de lo que supone. No de lo que significa. Entre todos y todas se puede revertir la situación futura. De esta forma, cuando en el futuro hablemos de cuarentena le añadiremos la acepción despertar. Abrir los ojos. Empatizar ante aquello donde no prevalecía la conciencia. Pues esta cuarentena nos da la posibilidad de conocer la situación, en muchas ocasiones invisibilizadas, de personas como Daniel Agulló y Alicia Martí.

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