Historias

Con la inclusión no se juega

Con la inclusión no se juega

Susana Mangut

16 diciembre, 2019

En la Declaración de los Derechos del Niño, rubricada en el año 1959, se reconoce el “derecho de los niños y niñas a jugar, a divertirse y a las actividades recreativas”. Se trata de un derecho fundamental de la infancia por constituir la etapa “raíz” de la vida. El disfrute, los periodos de actividades lúdicas y diferentes aspectos relacionados directamente con la diversión, deben formar parte del día a día de niños y niñas. En los primeros años, se descubre nuestro entorno mediante el juego para que podamos dinamizarlo y estar integrados plenamente en él, de cara al futuro adulto. Pero, ¿realmente el juego es un derecho de todos los niños?

 

 

Hace unas semanas, el Ayuntamiento de Cáceres lanzó una campaña para concienciar sobre la importancia de acabar con el género en el juego y dar libertad a los pequeños sin etiquetas, denominada ‘Rosa o Azul: ¿qué más da? Los juguetes no tienen género, no se lo pongas tú‘. Por su parte, desde el consistorio emeritense, también se puso en marcha, por tercer año consecutivo, la campaña denominada ‘Juega en Igualdad. El juego es libre y expontáneo. NO hay juguetes de niñas o de niños. Evitemos que se transmita esta idea’, es el principal argumento que esgrimen. Ejemplos que evidencian pasos adelante de una sociedad que, a veces y solo a veces, se preocupa por sus niños y niñas, pues para ser adultos felices, necesitamos haber sido antes pequeños felices.

Sin embargo, seguimos sin otorgar a la infancia el lugar que realmente se merece. Así, mientras que hay padres y madres afanados en hablar con sus Majestades los Magos de Oriente o con Papá Noel, buscando que a sus retoños no les falte el videojuego de moda o la muñeca que se peina sola, también hay otros adultos que formulan peticiones bien distintas a la magia de la Navidad cuando llega un cumpleaños y siempre comparten ratos de diversión con sus pequeños que, según parece, ¿juegan de otra manera? La respuesta resulta clara: “NO”. Los niños y niñas con diversidad funcional no juegan de otra manera, porque “jugar” es eso, “jugar”. De hecho, en ocasiones son los padres quienes presentan alguna diversidad funcional y quienes, como haría cualquier progenitor, tampoco renuncian a divertirse junto a sus hijos. Todo es mucho más sencillo de lo que podemos pensar.  El día que dejemos de interpretar para reconocer, el día que escuchemos a los niños, en vez de oírlos, entonces, dejaremos de “jugar” con la inclusión y habremos aprendido su principio; el principio de los expertos en juego inclusivo: los propios niños. Pero hasta que ese momento llegue, nos queda la senda de construirles y solidificarles una infancia igual a la del resto.

Si pasamos a la práctica, tendremos que darnos cuenta de que también en este aspecto, como en todos, somos diversos. Por tanto, para niños diversos, juguetes diversos. Esa sencilla regla de tres, sustenta la clave de un éxito, que desafortunadamente, se presenta todavía como una apuesta minoritaria entre las marcas de fabricantes y según Melchor, Gaspar y Baltasar, apoyados por los renos del trineo de Papá Noel, “se trata de juguetes escasos, difíciles de encontrar y  demasiado caros”.

 

Por fortuna, la inclusión está en auge en muchos ámbitos de la vida. Parece que a todo le queremos colocar el calificativo de “inclusivo” porque así debiera haber sido siempre, pero nunca es tarde y menos en este caso, en el de los juegos. Ejemplos varios y cada vez más proliferantes. Uno de ellos, de los más recientes, el de Mattel que ha lanzado una versión en Braille del conocido juego de mesa UNO con el fin de que lo puedan utilizar chavales con discapacidad visual, o la Fundación Lego, que hace poco daba a conocer un producto educativo muy potente: los Lego Braille Bricks, una nueva línea de sus ladrillos que presentan letras y números en  el sistema de lectoescritura de las personas ciegas. Más ejemplos para niños y niñas con sordera, son, entre muchos otros juguetes, los de carácter eminentemente visual. Como unos vistosos relojes de arena que contienen brillantina de muchos colores. También los espejos de distorsión, que pueden adquirirse en webs específicas, en las que se ofrece al lector una cuidada orientación sobre eljuguete más adecuado para el usuario con una diversidad funcional concreta. Además, muchos catálogos de grandes superficies, como sucede por ejemplo con el Corte Inglés, cuentan ya con una sección en la que presentan artículos indicados para niños y niñas con capacidades diferentes.

Sin embargo, lo que menos debe caracterizar al juego, es la exclusión, máxime cuando se trata del modo en que los futuros adultos, conformarán su propia vida. Jugar es mucho más serio de lo que puede pensarse. Es empatizar, concienciar y forjar nuestros valores para ponerlos en práctica después. Por tanto, el juguete plural y complementado, el juego inclusivo, no solo no hace mal a ningún niño, sino que dota a su entorno y a él mismo de todos los aspectos positivos y necesarios para un futuro mejor. Así, podemos transmitir a nuestros menores que vivimos en una sociedad diversa en la que existen personas que necesitan una silla de ruedas para desplazarse, un bastón blanco para caminar por la calle o un audífono para poder mantener una conversación, por ejemplo. El juguete puede convertirse en el vehículo más idóneo para ello.

Así que, ¿por qué no le pedimos a los Reyes, este año, juguetes con valores añadidos?

 

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