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El flamenco, una vacuna contra el olvido

El flamenco, una vacuna contra el olvido

Susana Mangut

14 abril, 2021

Detrás de los espectáculos de “Flamenco para Recordar” que llevan pisando escenarios ya algunos meses y que este próximo domingo se presenta en el Teatro López de Ayala de Badajoz, se encuentra la historia de Paco Mora y su madre a los que, desde hace algunos años, les acompaña ese virus que se traga los recuerdos, los engulle sin piedad y cada vez con más ansia y crudeza. Ese virus se llama Alzheimer y parece que Paco ha encontrado una vacuna que, al menos suaviza esos devastadores efectos en su madre, de casi noventa años. Esa vacuna se llama flamenco y él se la suministra día a día en varias dosis.

Paco Mora vive en Badajoz con su madre desde que en 2013 le ofrecieran encargarse de la dirección del Centro Artístico. Bailaor de flamenco desde que tenía 12 años, su carrera iba tomando un camino cada vez más firme y le hacía viajar de un lado a otro a causa de sus actuaciones. Un día decide dejar de viajar tanto porque descubre que algo no funciona bien en su madre y le preocupa dejarla sola, su integridad y la posibilidad de que la sombra del Alzheimer estuviera planeando sobre ella, como así fue. “A mi madre, el Alzheimer se le presentó con ochenta años. Comenzaba a tener despistes ocasionales como olvidarse las llaves, gastar demasiado dinero en cosas inútiles, como figuritas de los chino s, objetos inservibles, etc. Comprové que llegaba a gastarse cincuenta euros en un rato y comencé a cuidar de su economía y a ejercer control sobre su s inversiones para protegerla. Sabía que algo no iba bien. Recuerdo que una noche, un vecino me explicó que, al salir a trabajar, a las cuatro de la mañana, se la había encontrado en camisón, sacando a los perros a la calle y ahí empecé a atar cabos y replantearme muchas cosas” . Efectivamente, aquel se transformaría en el punto de partida de un cambio más en la vida de Paco. Aquí en Badajoz, su madre sólo le tenía a él y por tanto, dejó de trabajar para cuidarla. Recuerda como, tras ingresar por una neumonía, primero y más tarde a causa de una caída por la que se partió la cadera, la dichosa demencia hizo estragos y las cosa s empeoraron por momentos. “Por eso decidí quedarme en casa porque, al fin y al cabo, necesitaba pagar a una persona para que se encargase de los cuidados de mi madre y no quería a cualquiera. Necesitaba encontrar a alguien formado en estos aspectos, con la suficiente paciencia y que supiera de sus necesidades reales. Así, tomé el camino de cuidarla yo mismo y comencé a leer y hacer cursos sobre diferentes aspectos relacionados con esta terrible enfermedad para aprender a convivir con ella”. Mientras, Paco tenía presente la gran afición que ha habido siempre en su casa, por el flamenco y cómo le gustaba a su madre. La llevaba a alguna de sus actuaciones y en concreto, un día precisament e después de una de ellas, en el López de Ayala, confirmó algo que ya venía observando desde hacía algún tiempo. “Me daba cuenta que los recuerdos vividos durante mis actuaciones le duraban más en la cabeza a mi madre. Ella siempre comentaba que qué bonito había estado, que qué bien había bailado, etc. Pensé que el flamenco era una maravillosa terapia que mi propia madre me había descubierto. Una terapia contra el olvido. Una terapia contra el mismísimo Alzheimer. Entonces, e mpecé a estudiar A tención S ociosanitaria para Personas Dependientes y me di cuenta que en nuestra vida, estaban pasando cosas de libro” . Sin embargo, el estrés, la impotencia y la frustración comenzaban a apoderarse de Paco en una vida, la de un cuidador de una persona con Alczheimer, que se hace dura y difícil . En ese momento hay que tomar una decisión para seguir adelante, según relata, por el mejor camino cuando, además, se habían terminado los ingresos económicos y la situación resultaba insostenible . “Llegas a darte cuenta de que, debido a tu estado de ánimo, no cuidas adecuadamente. Dejas de ser sensato, amable, etc y dije, o le doy una solución a esto, o se me va de las manos. Así que comencé a ponerle música de copla, de la que a ella le gustaba, durante el día y la animaba a cantar y recordar mediante letras como la de “Ojos Verdes”, “Francisco Alegre” o “Pepa, no me des torment o . Trabajábamos colores , recordábamos nombres de personas de la familia o recetas de cocina, con la ayuda del “Cocinero, Cocinero” y Antonio Molina. Toda la generación de mi madre ha crecido y vivido la copla y desafortunadamente, muchos de ellos ahora tienen Alzheimer. No había que desistir y un día la saqué a bailar y empecé a darme cuenta de que todo esto se estaba convirtiendo en terapia. Tanto fue a sí que una vez, me contó a su manera que su sueño era haber sido bailaora de flamenco y su padre no la dejó. Le dijo que “no tenía hijas pa puta”, literalmente. Empecé a recuperar de otra manera, pero recuperar al fin y al cabo, a esa madre que la enfermedad me había quitado” . Paco quiso entonces extrapolar su experiencia y compartirla con otras familias a quienes quizá, poder ayudar. Subió algún vídeo a las redes sociales sin otro ánimo que no fuera ese pero, finalmente, la vida manda y un 21 de septiembre de 2018, Día Mundial para la Concienciación sobre el Alzheimer, despega su espectáculo o lo que es lo mismo, el sueño de su madre hecho realidad . “E.A” es el resultado de la maraña de sentimientos de la relación entre Paco, su madre y el flamenco y se podrá ver en tan solo unos días sobre el escenario del Teatro López de Ayala, en Badajoz. Este domingo a partir de las 18 horas , Paco Mora retratará, con esta obra que dirige, la cruda realidad de convivir con la enfermedad del Alzheimer. Se encuentra anexionado al proyecto terapéutico “Flamenco para Recordar”, Paco Mora lo define como “la precuela del primero de los espectáculos que montaron, titulado “Coplas de un Recuerdo”, en el que se relata la gran transformación de un proceso de cuidados a una persona con esta enfermedad, en un proceso menos doloroso en el que se acepta la enfermedad y se convive con ella. Como asegura Paco Mora, es importante reflexionar y quedarnos con que el Alczheimer, “no es la enfermedad del paciente, sino del pariente”.

 

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