Historias

La vida desde el iris izquierdo

La vida desde el iris izquierdo

Mirada Social

23 octubre, 2020

Dos iris; dos polaridades: izquierda y derecha; y una persona. Cuando te adentras a conocer a alguien, lo puedes hacer de múltiples formas, pero la fachada que observamos al principio está ligada a estas premisas y dos o tres más que tienen que ver con el aspecto físico. Marcan el inicio de la conversación y, en casos superficiales, el final. Cada vez resulta más complicado adentrase en el interior. Que la distancia de seguridad no sirva de excusa. Nos quedamos con lo que vemos de puertas para fuera y sacamos nuestras conclusiones, sin tener en cuenta la perspectiva del de al lado y su percepción de la vida. Pero hay que hacer el esfuerzo. Porque la vida trascurre de muchas maneras y quedarse con nuestra visión es entrar en un bucle sin retorno donde prima una única concepción evocadora de una falsa realidad. Un grave problema para un mundo repleto de versiones y visiones.

La vida desde el iris izquierdo es la vida de Alberto Vinagre Blanco. Nacido en la población pacense de Barcarrota y en sus flamantes 20 años, Alberto ha dado el paso de independización estudiantil. La Residencia Universitaria Caja Badajoz (RUCAB), su hogar; el Grado en Educación Primaria, su objetivo. Él, al igual que el resto de estudiantes, se adentra en una aventura que recordará por el resto de los días. Sin ningún impedimento, ni obstáculo que pueda frenarle -juventud, divino tesoro que dirían los abuelos-. Ni si quiera su discapacidad visual. Tampoco su madre, pese a sus riñas por no llamar y ante la cálida amenaza de “colgarle” si no regresa el fin de semana. Risas aparte, Alberto lo tiene claro. Está «muy bien, muy a gusto», va a aprovechar la experiencia y sabe que, como ha sido hasta ahora, no va a verse afectado por su discapacidad visual gracias a su independencia y autonomía.

«Desde bien pequeño me he ido adaptando. Estoy muy acostumbrado y por ello nunca me afectó mi discapacidad visual. Veo solo por mi ojo izquierdo, pero tengo la suerte de que lo que veo me sirve para valerme por mí mismo«, comenta Alberto. Y es que, según relata, su independencia llega a tal punto que no necesita mucha ayuda. Es más, no le gusta que le hagan las cosas, porque, como afirma rotundamente, «yo las hago igual que tú gracias a la educación que me dieron mis padres«.

En este punto reside la clave de su persona. Todo lo que orbita entorno a Alberto está relacionado con la educación, desde su proceso de aprendizaje en la infancia, hasta sus deseos futuros. Pero centrándose en sus comienzos, destaca la educación como vehículo para fomentar la autonomía. El ejemplo está en su casa junto a sus padres y sus hermanos. Una infancia donde no le han tratado con más cuidado por sus problemas relacionados con la retina. Más bien todo lo contrario, «si me caía, me levantaba como uno más. Si me caigo, me levanto como uno más«. Frase que lleva tatuada mentalmente Alberto y que le sirve de presentación cuando alguien calienta para asomarse a su interior, al estilo ‘This is Anfield’ en los vestuarios del Liverpool. ‘Este es Alberto’.

«En mi casa mi madre siempre me ha tratado como a mis hermanos. Si es verdad que hasta los nueve años tuve ciertos límites, pero después fomentaron mi autonomía. Creo que es lo que se debería hacer en todos los casos. Si tienes un niño y lo proteges por encima de sus posibilidades, al final el niño va a estar fatal», alega Alberto recalcando que «la preocupación es necesaria, pero el hecho de sobre proteger no», pues «los padres que hacen todo por sus hijos crean una independencia inexistente» que en un futuro podrá ser visualizada. Por ejemplo, «a la hora de venirse a estudiar fuera, conozco casos que quieren hacerlo, pero debido a esta problemática pienso que su adaptación sería más complicada y les costaría mucho valerse por sí mismo».

La otra parte de su vida relacionada con la educación tiene que ver con su objetivo futuro y la meta de graduarse en Educación Primaria. «Quiero estudiar educación primaria para después intentar ser profesor en la ONCE«, afirma Alberto. Sus intenciones van de la mano del cambio. Cree que en la Organización Nacional de Ciegos Españoles hay cosas que se pueden hacer mejor relacionadas con la inclusión. «Cuando era pequeño iba a Sevilla a las jornadas que organizaban y en ellas me relacionaba con gente que tiene el mismo problema. Era como una burbuja donde me enseñaban a hacer cosas que personas con menor visión que yo ya hacían. Faltaba autonomía y no concibo así la inclusión. Como tampoco me parece bien noticias del tipo “Una persona ciega aprueba las oposiciones”. ¿Por qué lo publican?», se pregunta nuestro protagonista con cierto asombro.

Esta es su perspectiva; su visión. Forjada «sin ningún temor a nada» y bajo el cobijo de amistades bien elegidas, con las que nunca se ha sentido solo y en las que ha encontrado el apoyo necesario en momentos duros. Algunos ligados a actitudes de profesores de la ESO que «no me gustaron en su día y ante las cuales, con el tiempo, te das cuentas de que no debes permaneces callado«. Pero para eso están las amistades: para apoyarse, normalizar y, en su caso, visibilizar una discapacidad que en múltiples ocasiones ha pasado desapercibida debido a la concepción blanco o negro; al todo o la nada; al bastón como lanza para visibilizar a los demás los problemas visuales o al típico comentario “no lleva bastón, seguro que ve más de lo que dice”. Un comentario para apuntar en la libreta de cuñado y soltar como comodín en las navidades. Pues una cosa es obviar la presencia de grises y otra que se te pueda olvidar la discapacidad de una persona debido al trato igualitario y normalización de su situación. Como es el caso de Alberto, que comenta que a sus amigos se les llega a olvidar su discapacidad. Incluso en la Universidad, donde «hay muchísima gente que no lo sabe» y donde los primeros días se encontró ante una muchacha que fue a pedirle un bolígrafo y «claro, yo con un bolígrafo como mucho puedo pintarte el brazo, no más», expone entre risas Alberto.

Y así, entre risas, un café de por medio y algo más de media hora charlando sobre la vida en general, y la suya en particular, concluye la conversación. Un rato agradable donde una vez más salen a relucir la multitud de colores que nos rodean. La diversidad y el beneficio de ser diferentemente iguales. Porque la vida puede ser de muchas formas y la de Alberto se articula desde el iris izquierdo.

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