Historias

La información en tiempos recios

La información en tiempos recios

Mirada Social

30 julio, 2020

Imagine que una noche se va a dormir y a la mañana siguiente han pasado tres meses. Ahora piense que en ese siniestro “juego de la estatua”, muchas de las reglas que conocía han cambiado cuando ha podido moverse de nuevo. Además, observe esas reglas como una cuestión sanitaria ineludible que deben servir para protegerse y proteger a sus seres queridos. Indicaciones que habitan en la cuerda floja, entre la salud y la enfermedad.

Por último, piense que tiene que contarle esas reglas con total rapidez y precisión a un grupo de personas que tiene dificultades para comprender información.

¿Se imagina?

Pues bien, en cierto modo el “nuevo orden mundial” ha dado una vuelta de tuerca y se ha enredado aún más, transformándose en una carrera en la que todas y todos hemos escuchado el pistoletazo de salida, pero que una gran parte de la ciudadanía ha arrancado en desventaja.  Cognitiva, en el asunto que nos ocupa.

Ya por el año 2015, el vídeo de El valor de la diferencia, campaña de sensibilización de Plena Inclusión Extremadura (en aquellos tiempos, llamada FEAPS Extremadura), resaltaba eso mismo: que «la vida es una carrera en la que tú empiezas el trayecto antes que yo», como parte de un texto que decía a cámara un grupo de personas con discapacidad intelectual.

 

 

Y es que antes de que ese mundo conocido se diera la vuelta como un calcetín, ya existía la información de interés, la relevante, esa que nos convierte en ciudadanas y ciudadanos de pleno derecho. También existían los miedos, la incertidumbre y habíamos vivido (o seguíamos viviendo) una crisis social y económica.

Ya sabíamos que ofertar y disfrutar correctamente de un servicio, experimentar una actividad de ocio o acceder a una convocatoria de empleo pública desde el mismo punto de partida, define a una sociedad justa y diversa.

Una ciudadanía que es participativa goza de los mismos derechos y las mismas oportunidades. Esta premisa sustentaba la accesibilidad cognitiva antes de que el mundo frenara su velocidad de vértigo. Después, cuando todos los esquemas estallaron por los aires, adquirió un valor aún mayor.

Pero si la pandemia ha tenido que enseñarnos que la información debe ser accesible cognitivamente, entonces es que algo estábamos haciendo mal. Frase que, por cierto, se ha aplicado a muchos ámbitos: «la pandemia me ha enseñado a valorar a mis amigos», «la pandemia me ha enseñado a disfrutar más del momento…». ¿En serio? Si esta situación nos ha tenido que enseñar lo obvio, es que no habíamos aprendido lo esencial.

 

Los derechos de las personas con dificultades cognitivas existían antes y después del gran apagón y posterior reinicio del sistema.

 

Antes del fatídico 13 de marzo era igual de importante ofrecer información fácil de entender, comprensible para todas las personas, independientemente de sus capacidades cognitivas. Lo que ha cambiado (como en todos los sectores y capas de la sociedad) es que ahora hablamos de una cuestión de salud pública. Una amenaza que se sitúa sobre todas y todos, de manera global y sincronizada y sin distinción de ningún tipo.

Nos estamos enfrentando a una enfermedad desconocida e imprevisible y, más que nunca, es necesario que todas las personas sepan protegerse y proteger a su entorno. Precisamente por ese peligroso perfil desconocido e imprevisible del Covid-19, se nos ha ido ofreciendo información cambiante, confusa en muchos casos o incorrecta en los más graves. Esto, además, en relación tanto a la salud como a las directrices a seguir para proceder en lo cotidiano.

Aún hoy, cuando estamos viviendo lo que parece una segunda ola de la pandemia, ocurre: ¿Abro mi establecimiento? ¿Qué aforo asumo en el evento que estoy organizando? Entonces, ¿la verbena sí, pero sin bailar?¿Cómo volverán las y los escolares a las clases? ¿Tendrán todas las familias información clara y sencilla?

Lo que resulta evidente es que, para poder ejercer nuestra responsabilidad individual con vistas a proteger al colectivo, la nueva normalidad debe ser accesible para todas las personas, sea cual sea su capacidad cognitiva.

Y en este aspecto, el papel de las entidades y empresas que adaptan contenidos a lectura fácil han jugado un papel clave hasta ahora, y lo seguirán jugando en el incierto futuro que estamos consumiendo día a día. Esta necesidad debe ser traducida, por concretar, en una base legal consistente. El camino empezó a recorrerse hace ya algunos años y el pasado 17 de junio, como ya destacaba esta noticia, en el Senado se debatía por primera vez la tramitación de una ley que regulara la lectura fácil, tras la reivindicación tanto de CERMI como de Plena Inclusión, que solicitaban a todos los grupos políticos el apoyo a una futura ley, dado que «la accesibilidad universal es una realidad evolutiva que va ampliándose y perfeccionándose conforme a las demandas sociales, transformación que ha de tener su reflejo en la legislación en materia de derechos de las personas con discapacidad, que ha de ir acompasándose a los nuevos horizontes y requerimientos de la accesibilidad».

Aunque ha tardado, el momento no podía ser más oportuno dadas las nuevas circunstancias.

Para poder afrontar los nuevos retos de este histórico año 2020, las entidades y empresas se pusieron manos a la obra, y en esos nuevos “cimientos y materiales de construcción” cabe destacar, por ejemplo, el Manual de Señalización en Edificios y Espacios Públicos de Extremadura con vistas a prevenir el Covid-19 o la adaptación a lectura fácil del Acuerdo de Consejo de Gobierno de Extremadura del 19 de junio de 2020, que refleja medidas básicas de prevención frente a esta pandemia, editados ambos por la Oficina de Accesibilidad Cognitiva de Extremadura, la OACEX.

Algo que me resulta muy curioso es que esa barrera que existía antes entre las personas que comprenden y codifican la información sin dificultades y aquellas personas que necesitan información adaptada porque tienen desventaja cognitiva, se ha difuminado bastante.  En estos tiempos tan extraños, todas y todos hemos experimentado la desinformación, la dificultad para entender las directrices que se nos dan, las reglas nuevas de este nuevo juego tan endiabladamente complicado en el que se ha convertido lo cotidiano.  Quizás sea un gran momento para la empatía, ¿no creen?

Esa nueva normalidad sólo acaba de arrancar y por delante nos queda todo un “sigue pistas” que deberá ser explicado minuciosamente. Y si está adaptado a lectura fácil, tanto mejor.

Este futuro incierto nos obliga a vivir el aquí y ahora más que nunca. El ámbito educativo está preparando varios escenarios de cara a septiembre, la atención primaria de la salud trabaja para ofrecer el mejor servicio con las medidas de seguridad necesarias, los sectores económicos del país conviven día a día con la incertidumbre y la ciudadanía se prepara para lo que viene, sin saber muy bien lo que viene.

Tiempos recios, momentos en los que es más que necesaria la información precisa, sencilla y fácil de entender (más si cabe) en el caso de personas con dificultades de comprensión lectora, de forma que la sociedad asuma su responsabilidad y ejerza sus derechos y deberes en las mismas condiciones.

Para que salgamos de esta todas y todos, sin excepción. Y al mismo tiempo.

 

CHESKU JIMÉNEZ

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